Tame Impala estrena su nuevo álbum ‘Deadbeat’ y nos regala un genial Tiny Desk
- Editorial TORT

- 17 oct
- 2 Min. de lectura
El vibe de Tame Impala siempre ha sido cool, ¿no? El flow playero, la psicodelia, la paz... Pero en Deadbeat, Kevin Parker nos confiesa que la cosa no es tan sencilla. Este álbum es la narrativa brutalmente honesta de lo que pasa cuando te conviertes en una mega estrella que colabora con Dua Lipa y Rihanna, pero al final del día, te sientes un desconectado de la vida real.

La canción "Not My World" te lo resume todo. Parker canta sobre ver a la gente normal caminando, viviendo su día a día, y él solo puede pensar: "Qué chido, debe ser bonito... pero ese no es mi mundo". ¡Qué denso! Es esa sensación que todos hemos tenido en algún momento, de sentirte un fantasma en tu propia vida, de no pertenecer. Pero en su caso, la cosa es más intensa, porque está luchando con ser un padre amoroso y a la vez, el genio musical que tiene que encerrarse en el estudio para crear. Tracks como "Dracula" te muestran ese conflicto, donde se siente culpable por disfrutar del éxito cuando debería estar en casa. Es un jaloneo entre el glamour y la soledad.
Musicalmente, este disco es un desmadre deconstruido y eso es lo que lo hace brillante. Parker se aventó a mezclar ritmos banging de rave (él mismo dijo que se inspiró en el "bush doof" australiano) con momentos que suenan a demos de piano grabados en un celular.
El track "My Old Ways" es un ejemplo perfecto: empieza con un piano medio feo y mal grabado, y luego explota en un beat poderosísimo. Es como si te dijera: "Así suena mi mente, desordenada y caótica, pero al final, tiene ritmo". En "Obsolete", su voz se interrumpe de repente con suspiros y un "¡Fuck!" de frustración, que normalmente quitarías en la edición. Pero él lo dejó, y eso lo hace dolorosamente real y cercano. Es su forma de demoler la imagen de perfección pop para darnos su verdad raw. Es un R&B/Pop psicodélico donde las guitarras y los bajos electrónicos te dan un abrazo eufórico mientras te recuerdan que la vida es incómoda.
Si toda esta intensidad te parece mucha, hay un contrapunto perfecto: su reciente sesión en el Tiny Desk de NPR. Después de escuchar la producción densa y caótica del álbum, ver a Kevin Parker y su banda tocando todo acústico es una terapia para el alma. Le quitaron todos los efectos y el reverb para dejar solo las melodías desnudas y sus armonías vocales.
Temas como "Dracula" y "New Person, Same Old Mistakes" se transformaron en un folk-rock íntimo y cálido. Fue un acto de vulnerabilidad total que demuestra que, aunque Parker use la electrónica para crear mundos gigantes, el corazón de su música siempre ha sido esa melancolía honesta. Es como ver al vato que te cae bien sin todas las capas de glamour que la fama le puso encima.
Deadbeat de Tame Impala es un álbum para moverse, manejar o correr (como él mismo lo sugirió), pero con un trasfondo filosófico que te obliga a checar cómo estás tú. Es un recordatorio de que el éxito no es la felicidad y que la vida es un desmadre hermoso.












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